sábado, octubre 25, 2008

El debate sobre el matriarcado cántabro.

Hoy vamos a recuperar uno de los grandes debates de la antropología histórica. ¿Existió un matriarcado en las sociedades prerromanas del Norte peninsular?

La idea de la existencia de un régimen de tipo matriarcal entre los cántabros y, por extensión, entre todos los pueblos del Norte en época prerromana, se fundamenta, por una parte, en el conocido texto de Estrabón (3, 4, 18): "Por ejemplo entre los cántabros los hombres dan la dote a las mujeres, las hijas son las que heredan y buscan mujer para sus hermanos; esto parece ser una especie de ginecocracia (dominio de las mujeres), régimen que no es ciertamente civilizado"; Y, por otra parte, en la asunción de la teoría evolucionista del siglo XIX, liderada por los antropólogos Morgan, Bachofen y Engels, que sostenían que las sociedades patriarcales son producto de una evolución de sociedades matriarcales primigenias.

Debido al abandono de las tesis evolucionistas y a un mayor conocimiento de las sociedades antiguas del Mediterráneo occidental, la tesis "matriarcal" tiene cada vez menos argumentos a la hora de intentar establecer las características de la organización social de los cántabros en época antigua. Por los datos que nos ofrece Estrabón, lo único que se puede intentar reconstruir es el sistema matrimonial de este pueblo.

J.C. Bermejo, tras analizar el valor concreto de los términos utilizados por Estrabón en el pasaje mencionado y teniendo en cuenta su preciso contexto histórico-cultural, señala que se dio una tendencia estructural al matrimonio entre primos cruzados. Este sistema matrimonial sería de tipo "matrilineal", es decir, los miembros del grupo reciben su identidad por vía femenina, a través de su progenitora. Y además, la pauta de residencia postmarital sería posiblemente "uxorilocal" (el matrimonio instala su residencia junto a los parientes de la esposa).

La descripción que Estrabón hace del tipo de matrimonio entre los cántabros no es suficiente para demostrar la existencia de una "ginecocracia" o "matriarcado", puesto que, si bien las mujeres tuvieron un papel importante en los intercambios matrimoniales (las hermanas dan esposa a sus hermanos), no se debe olvidar que los hombres "dotan a las mujeres", lo cual indica que el hombre posee un importante papel económico en la sociedad cántabra. A esto hay que añadir que tanto el poder militar como el político están en manos de los hombres. Todo ello impide seguir manteniendo, a partir del texto de Estrabón, la existencia de un matriarcado, régimen en el que el papel económico, político, jurídico y religioso de la mujer sería preeminente, considerando el sentido etimológico del término.


Se puede hablar de la presencia de algunos rasgos matrilineales, tal como parece deducirse del tipo de sistema matrimonial y de filiación en una zona muy concreta. Pero de ello no podemos inferir la existencia de un matriarcado, de una sociedad en la que la mujer tenga en sus manos el poder político, económico y religioso. ¿Existió alguna vez un matriarcado? ¿Veremos el fin del patriarcado?

Qué será, será... lo que tenga que ser será...

miércoles, octubre 08, 2008

La necrópolis real de Filipo II

Después de varios meses sin actualizar el blog, retomamos la arqueología clásica para analizar uno de los mayores hallazgos de la historia antigua: la necrópolis tumular que custodia la tumba real de Filipo II, rey de Macedonia y padre de Alejandro Magno.

Vergina, a 75 km al suroeste de Salónica, en el norte de Grecia, fue explorada por primera vez por el arqueólogo francés Léon Heuzey, quien comenzó a excavar en 1861. En aquellos años no podía imaginar a qué resultados llevarían las indagaciones futuras. Tampoco podía saber, dado que no disponía de ninguna sugerencia ofrecida por las antiguas fuentes literarias, a qué ciudad pertenecían las ruinas que estaba explorando. A las excavaciones situadas entre las aldeas de Palatitsia y Vergina les dio el nombre de Balla, una denominación extraída de una antigua publicación y sin ninguna referencia directa con el yacimiento.

Las excavaciones modernas, iniciadas en los años 1937-1938, descubrieron estructuras palaciales, identificadas anteriormente por Heuzey, junto con un teatro y los cimientos de un templo pequeño. Pero los descubrimientos más extraordinarios se remontan a finales de los años setenta, cuando las excavaciones en la necrópolis, dirigidas por el arqueólogo griego Manolis Andronikos, revelaron al mundo la sensacional identidad de las ruinas. En efecto, el yacimiento de Vergina no era sino la antigua ciudad de Aigai, la capital del poderoso reino de Macedonia.

Desde finales del s. V a. C., cuando el rey macedonio Arquelao construyó su nueva capital en Pella, las fuentes mencionan la ciudad de Aigai tan sólo en raras ocasiones. El acontecimiento que elevó la ciudad a un lugar destacado en las crónicas de la época fue el asesinato del rey Filipo II de Macedonia, ocurrido en el teatro de la antigua capital en el año 336 a. C.

La gran necrópolis que acoge los restos de Filipo II se extiende al este de la pequeña localidad de Vergina, en un área de pocos kilómetros cuadrados, en la que se encuentran más de 300 túmulos funerarios. La mayor parte de éstos no superan el metro de altura, y su diámetro varía de los 15 a los 20 m. Las indagaciones arqueológicas han demostrado por otra parte que la edad de los túmulos difiere notablemente. El más antiguo se remonta a la primera Edad del Hierro (1000-700 a. C.), y el más reciente al periodo helenista (hasta el s. II a. C.).

En los límites occidentales de la necrópolis se encuentra un túmulo de dimensiones totalmente excepcionales. Se trata de una auténtica colina, de 110 m. de diámetro y más de 12 m. de altura. Cuando, en la segunda mitad del s. XIX, Léon Heuzey registró en sus apuntes el gran monumento, escribió: "Se trata ciertamente del más bello de los túmulos de Macedonia... En el interior de éstos, como en las tumbas subterráneas de Egipto y de Etruria, existe algo más que una mera selección de objetos antiguos. En estos túmulos yacen la vida y la historia de todo un pueblo en espera de ser descubiertos".

La intuición de Heuzey demostró ser acertada durante la campaña arqueológica llevada a cabo por Manolis Andronikos en verano de 1977. Excavando los estratos del gran túmulo en busca de la tumba para el que había sido construido, Andronikos se encontró ante tres construcciones sepulcrales distintas, aún cerradas y sin los habituales rastros dejados por los profanadores de tumbas. La tumba principal, cuya fachada con la puerta de acceso estaba adornada con columnas dóricas y por un friso pintado que representaba escenas de caza, fue explorada el ocho de noviembre de 1977, cuando, a través de una abertura creada al desplazar una piedra de la bóveda, Manolis Andronikos descendió hasta la cámara funeraria. El arqueólogo griego fue el primer hombre en poner un pie en la cámara funeraria después de su cierre, efectuado más de dos mil años antes.

El descubrimiento superaba en mucho cualquier expectativa. En el interior de la tumba había numerosos objetos, entre los que destacaban finísimas vajillas de bronce y plata, armas y partes de armaduras, una gran espada, canilleras, yelmos y puntas de lanza. Un escudo de oro y plata yacía hecho pedazos; una coraza de hierro, acabada con un delgado fileteado de oro y tachuelas en forma de cabeza de león, yacía a poca distancia del sarcófago. Una vez levantada la tapa del sarcófago de mármol situado en el centro de una pared de la cámara, los arqueólogos se encontraron ante el descubrimiento más emocionante: una urna de oro ricamente decorada, en cuya tapa figura una gran estrella de 16 puntas. En su interior estaban los restos de los huesos del difunto, junto a los fragmentos de una corona compuesta por los centenares de láminas de oro.


El descubrimiento de los objetos conservados en la antecámara suscitó un gran asombro. En este punto, apoyados en la jamba de la puerta que conducía a la cámara sepulcral principal, había una extraordinaria aljaba de oro repujado y dos canilleras de bronce. Un sarcófago de mármol con una segunda urna de oro, esta vez decorada con una estrella de tan sólo 12 puntas, custodiaba los restos de una mujer. Inmediatamente quedó claro lo siguiente: la tumba, con su contenido, que representa el mayor tesoro hallado en una tumba griega, era la de Filipo II, el decimoctavo rey de Macedonia, que reinó desde el 359 hasta el 336 a. C. y conquistó el dominio sobre Grecia tras la batalla de Queronea. En una pequeña cabeza-retrato de marfil (parte de una cama enteramente realizada con marfil, cuyos fragmentos estaban esparcidos por centenares en la cámara funeraria), se reconoce, en toda su vital expresividad, el rostro del gran macedonio.

La riqueza del ajuar funerario evidencia la magnificencia del reino macedónico años antes de que Alejandro Magno lo encumbrara a la cima de un imperio que se extendería hasta el Indo. ¿Hubiera sido posible el avance macedónico hacia el Este sin el legado de Filipo II? En otra entrada analizaremos la rápida transformación de un este reino de pastores en uno de los Estados más pujantes de la Antigüedad Clásica.

viernes, abril 18, 2008

Rosario la Dinamitera

Esta mañana me ha sorprendido la noticia de la muerte de Rosario Dinamitera. Fue una de las primeras mujeres en alistarse en las milicias populares que lucharon por la defensa de Madrid durante la Guerra Civil. Encarcelada durante el franquismo y condenada a muerte, aunque la pena le fue conmutada por treinta años de cárcel, representa la lucha de las mujeres milicianas por combatir codo a codo junto a sus compañeros varones antes de que las mujeres fueran, incomprensiblemente, relegadas a tareas de retaguardia por el gobierno de Largo Caballero.

Rosario Sánchez Mora, cerillera en la madrileña plaza de Cibeles y convertida en símbolo de la resistencia antifascista tras perder una mano a causa de una explosión en las trincheras de la sierra de Madrid, inspiró uno de los poemas de batalla más conocidos de Miguel Hernández. Recupero aquí los versos del poeta como tributo a la lucha y dignidad de las mujeres y hombres que soñaron con un mundo en libertad.

ROSARIO, DINAMITERA

Rosario, dinamitera,
sobre tu mano bonita
celaba la dinamita
sus atributos de fiera.

Nadie al mirarla creyera
que había en su corazón

una desesperación,
de cristales, de metralla

ansiosa de una batalla,
sedienta de una explosión.


Era tu mano derecha,
capaz de fundir leones,

la flor de las municiones
y el anhelo de la mecha.


Rosario, buena cosecha,
alta como un campanario
sembrabas al adversario
de dinamita furiosa
y era tu mano una rosa

enfurecida, Rosario.


Miguel Hernández.