Aunque ya mencioné algunos aspectos de la demonología vampírica en anteriores entradas, hoy me voy a centrar uno de los temas más fascinantes de la Edad Media: la demonología centrada en la creencia en el demonio como fuente de todos los males que no pueden ser explicados desde un punto de vista racional. ¿Cuando y cómo surge la demonología?, ¿Qué o quién es el demonio?, ¿Cual es su origen?
La sociedad de la Edad Media se caracterizaba por una fuerte sacralización de la vida cotidiana; cualquier actividad estaba mediatizada por la religiosidad, derivada de las normativas eclesiasticas, desde el tiempo de ocio hasta el nacimiento de un niño o la muerte de un individuo. Pero junto a esa constatación de que la divinidad estaba presente en cada momento de la vida diaria, encontramos también una creencia progresiva en el demonio, en su presencia constante junto a los hombres para hacerles caer en el pecado y arrastrales a la condenación eterna.
Esta creencia en el demonio se extiende por Europa a partir de los siglos XI y XII, pero será en el siglo XIV, a tenor de los profundos movimientos de reforma de la iglesia y en medio de las sangrientas guerras de religión, cuando se llegó al proceso de diabolización del mundo, cuando la demonología (afirmación de la existencia del demonio) se transformó en demonolatría (adoración del demonio). Será en los siglos XIV y XV cuando los tratados de demonología inunden Europa; las publicaciones en Alemania en la segunda mitad del siglo XVI superaron los 230.ooo ejemplares, y en Francia, en esa misma época aparecieron multitud de escritores que testimoniaban el inmenso poder del demonio, entre ellos ilustres personajes como J.Bodino y A.Paré.
Así pues, el demonio constituía una verdadera obsesión para los hombres y mujeres de la Edad Media y Moderna. El demonio era el punto de referencia al que se acudía para explicar todo aquello que carecía de una explicación racional, desde condiciones climatológicas adversas que causaban naufragios y destruían cosechas hasta el padecimiento de enfermedades y el nacimiento de niños con deformidades físicas. La imagen del demonio se asociaba a animales tales como machos cabríos, sapos, cerdos negros, lobos y gatos, y a figuras humanas de aspecto lúgubre y rasgos grotescos, unas imágenes alimentadas por las descripciones de predicadores y teólogos que alimentaron la imaginación popular y la inspiración de los artistas que dieron forma plástica a este imaginario. Pero, ¿qué o quién es el demonio?
En las sucesivas traducciones del Antiguo y Nuevo Testamento realizadas en el mundo antiguo, la transcripción de las palabras arameas al hebreo, al griego y después al latín sufrieron algunas variaciones. El supremo enemigo del Dios cristiano fue denominado primero con el término hebreo "Satán" y posteriormente con el término griego "diabolos", hasta que con el tiempo ambos vocablos acabaron equiparándose y se extendió el uso del término "diablo o demonio" para designar ya no sólo a Satán sino también a sus acólitos haciendo así referencia a cualquier ser causante de mal. Será esta denominación de "diablo o demonio" la que se utilize en el Concilio de Toledo (siglo V) para legalizar el concepto religioso de la personificación del mal.
Según la tradición cristiana, los demonios son seres espirituales creados por Dios que se rebelaron contra su creador a través del pecado, pero ¿qué pecado? Tradicionalmente se han barajado cuatro hipótesis para explicar el pecado de Satán: En primer lugar, según una teoría difundida en los primeros años del cristianismo en el texto apócrifo El libro de los vigilantes, se le atribuye un pecado sexual cometido con Lilith por el que se engendran monstruos y demonios. Una segunda versión, transmitida en otra obra apócrifa, La vida de Adán y Eva, implica un pecado de desobediencia que transformó a varios ángeles en demonios, siendo ésta la versión que después recogería el Corán. Una tercera hipótesis sostenida por padres de la iglesia como Hildebrando, Alberto Magno o Duns Scoto mantiene que Satán era el ángel más bello de la creación lo que le llevó a cometer un acto de orgullo frente a Dios. Por último, Tomás de Aquino mantiene la tesis del pecado de la soberbia según la cual el ángel que creyó ser igual a Dios cometió un pecado tan grande que Dios le castigó a él y a todos los demás ángeles que le habían creído convirtiéndolos en demonios.
Lo cierto es que sea cual fuera el pecado que cometió el ángel caído, algunos de los interrogantes que se formulaba el hombre medieval eran ¿cuántos demonios existen en el mundo?, ¿cuáles son sus poderes?, ¿dónde habitan?, ¿por qué dominan a los hombres bajo la forma de posesiones?, ¿qué papel juegan en los casos de brujería? A estos y otros interrogantes intentaré dar respuestas en siguientes entradas.
La sociedad de la Edad Media se caracterizaba por una fuerte sacralización de la vida cotidiana; cualquier actividad estaba mediatizada por la religiosidad, derivada de las normativas eclesiasticas, desde el tiempo de ocio hasta el nacimiento de un niño o la muerte de un individuo. Pero junto a esa constatación de que la divinidad estaba presente en cada momento de la vida diaria, encontramos también una creencia progresiva en el demonio, en su presencia constante junto a los hombres para hacerles caer en el pecado y arrastrales a la condenación eterna.
Esta creencia en el demonio se extiende por Europa a partir de los siglos XI y XII, pero será en el siglo XIV, a tenor de los profundos movimientos de reforma de la iglesia y en medio de las sangrientas guerras de religión, cuando se llegó al proceso de diabolización del mundo, cuando la demonología (afirmación de la existencia del demonio) se transformó en demonolatría (adoración del demonio). Será en los siglos XIV y XV cuando los tratados de demonología inunden Europa; las publicaciones en Alemania en la segunda mitad del siglo XVI superaron los 230.ooo ejemplares, y en Francia, en esa misma época aparecieron multitud de escritores que testimoniaban el inmenso poder del demonio, entre ellos ilustres personajes como J.Bodino y A.Paré.
Así pues, el demonio constituía una verdadera obsesión para los hombres y mujeres de la Edad Media y Moderna. El demonio era el punto de referencia al que se acudía para explicar todo aquello que carecía de una explicación racional, desde condiciones climatológicas adversas que causaban naufragios y destruían cosechas hasta el padecimiento de enfermedades y el nacimiento de niños con deformidades físicas. La imagen del demonio se asociaba a animales tales como machos cabríos, sapos, cerdos negros, lobos y gatos, y a figuras humanas de aspecto lúgubre y rasgos grotescos, unas imágenes alimentadas por las descripciones de predicadores y teólogos que alimentaron la imaginación popular y la inspiración de los artistas que dieron forma plástica a este imaginario. Pero, ¿qué o quién es el demonio?
En las sucesivas traducciones del Antiguo y Nuevo Testamento realizadas en el mundo antiguo, la transcripción de las palabras arameas al hebreo, al griego y después al latín sufrieron algunas variaciones. El supremo enemigo del Dios cristiano fue denominado primero con el término hebreo "Satán" y posteriormente con el término griego "diabolos", hasta que con el tiempo ambos vocablos acabaron equiparándose y se extendió el uso del término "diablo o demonio" para designar ya no sólo a Satán sino también a sus acólitos haciendo así referencia a cualquier ser causante de mal. Será esta denominación de "diablo o demonio" la que se utilize en el Concilio de Toledo (siglo V) para legalizar el concepto religioso de la personificación del mal.
Según la tradición cristiana, los demonios son seres espirituales creados por Dios que se rebelaron contra su creador a través del pecado, pero ¿qué pecado? Tradicionalmente se han barajado cuatro hipótesis para explicar el pecado de Satán: En primer lugar, según una teoría difundida en los primeros años del cristianismo en el texto apócrifo El libro de los vigilantes, se le atribuye un pecado sexual cometido con Lilith por el que se engendran monstruos y demonios. Una segunda versión, transmitida en otra obra apócrifa, La vida de Adán y Eva, implica un pecado de desobediencia que transformó a varios ángeles en demonios, siendo ésta la versión que después recogería el Corán. Una tercera hipótesis sostenida por padres de la iglesia como Hildebrando, Alberto Magno o Duns Scoto mantiene que Satán era el ángel más bello de la creación lo que le llevó a cometer un acto de orgullo frente a Dios. Por último, Tomás de Aquino mantiene la tesis del pecado de la soberbia según la cual el ángel que creyó ser igual a Dios cometió un pecado tan grande que Dios le castigó a él y a todos los demás ángeles que le habían creído convirtiéndolos en demonios.
Lo cierto es que sea cual fuera el pecado que cometió el ángel caído, algunos de los interrogantes que se formulaba el hombre medieval eran ¿cuántos demonios existen en el mundo?, ¿cuáles son sus poderes?, ¿dónde habitan?, ¿por qué dominan a los hombres bajo la forma de posesiones?, ¿qué papel juegan en los casos de brujería? A estos y otros interrogantes intentaré dar respuestas en siguientes entradas.